La tarde noche de ayer martes, se preveía cargada de nostalgia y descubrimientos; pero no sólo para Lera, sino también para nosotros: seguimos descubriendo sentimientos y experimentando una genuina adaptación, dando aún gracias a Dios y a todos quienes han colaborado para poder estar viviendo este sueño (hecho realidad) junto a nuestra hija. Se trataba del día elegido para presenciar en Madrid, una de las más tradicionales representaciones del país que vio nacer a muchos de nuestros pequeños adoptados: Los Cosacos de Rusia; cuyo título es "Leyendas Cosacas".
Si bien esperábamos una más que atractiva actuación, nos sirvió para profundizar y conocer más datos acerca de este peculiar y típico pueblo (de hecho, una raza) de guerreros situado en la ribera del río Don. Fue, sin lugar a dudas, algo magnífico...maravilloso: y tremendamente emotivo, por varias circunstancias. En primer lugar, deseábamos ver la reacción de Lera ante una música tradicional rusa que la encanta; pero con el añadido de unas danzas y bailes tan arraigados en Rusia gracias a este pueblo de bravos luchadores. La variedad en la vestimenta y el cúmulo de detalles, iban incrementando el interés e inspirándonos e involucrándonos más cada momento; llegando a pedirnos el cuerpo alzarnos y aplaudir al inicio de nuestra tan querida e íntima canción "Kalinka" (cosa que por supuesto no hicimos por respeto a la obra y los actores). Reconozco que al ver la emoción de Lera, alguna que otra lágrima se vio deslizar por nuestras mejillas; pero se trata de algo lógico y natural, por sentir que es parte de sus raíces y recorre sus venas al igual que la sangre y nuestro amor.
En sí, era un fantástico plan para disfrutar en familia; y aunque incluso el cansancio acumulado en nuestra pequeña era más que evidente, le costaba no seguir el ritmo y se iba sintiendo cada vez más en su salsa...
Por otro lado, como tantas otras veces ocurre, me llegaba el recuerdo de quienes como algo cotidiano, no pueden disfrutar de esos pequeños que tanto esperaban: de personas como mi padre, que en mi infancia, compartía el gusto (casualidad también) por los bailes de estos guerreros y mostraba su debilidad por lo que representaban los incansables (como él...) Cosacos Rusos.
El transcurso del segundo acto, trajo consigo el agotamiento de Lera, pero aunque el espectáculo duró alrededor de 2 horas, logró combatirlo por la emoción que la embargaba...semejante sin duda a la nuestra. Debo reconocer que no me importaría repetir y presenciar de nuevo esta representación, para captar algunos detalles o volver a presenciar las piruetas y danzas (sorprendentes e incomparables) de estos grandes artistas. La música amenizaba y protagonizaba momentos realmente emotivos y memorables, debido a la variedad y la calidad; trasladándonos a una región rusa desconocida, pero tremendamente amada e incrustada en nuestro corazón...
Las canciones nos mostraban el sentimiento con que se vivían sus hazañas y sus obligaciones; a la par que relataban el sufrimiento de quienes aguardaban su regreso (todo ello con la proyección en el escenario, de imágenes y la traducción de dichas canciones).
Un gran momento fue el de la lucha con sables; ya que la agilidad con que la desarrollan es digna de admiración...aunque en general, es lo que acompaña toda la representación. Quizás se eche en falta algún decorado; pero las dimensiones del teatro donde se representa y su buen hacer, no permiten distraerse en este tipo de detalles, ya que la acción discurre de forma amena y ágil.
Si hubo algo mejorable, sería el hecho de tener que concluir la actuación tras una maravillosa y contagiosa canción (realmente una marcha) muy conocida por todos como es "Katyusha"...(acompañada esta vez sí, por las palmas de todos los presentes). Desearía que aún siguiera sonando, a pesar de llegar casi a echar humo las palmas por lo entrañable de ese instante.
Lera salió emocionada, tratando de emular los saltos y bailes que había observado...y únicamente el cansancio logró vencerla (influenciada quizás por la valentía de los cosacos), una vez subió al coche y emprendimos la vuelta a casa (tras cenar; y a una hora muy poco habitual para ella).
Una calurosa noche para enmarcar; y comenzar a disfrutar de una serie de actuaciones e instantes irrepetibles que sin la llegada a casa de Lera, habrían sido imposibles poder imaginar: ella nos motiva cada día a realizar todo aquello que creemos importante para su desarrollo; pero a su vez, nos permite ser testigos de innumerables momentos mágicos. Y quién sabe...quizás haya una nueva ocasión de hacerlo con el Ballet de San Petersburgo, que actúa también durante este mes de julio (y primeros de agosto) en Madrid (Teatro de La Luz Philips Gran Vía), representando "El Lago de los Cisnes" y "La Bella Durmiente".