jueves, 15 de junio de 2017

Cuatro años ha..

     Hace hoy exactamente cuatro años, emprendíamos el viaje que marcaría nuestras vidas para siempre... Era nuestro primer viaje con destino Vladivostok; y nunca antes, podríamos haber imaginado que fuera a cambiar tanto nuestras vidas, pero también nuestros pensamientos, sentimientos y por supuesto, prioridades. Nunca antes podríamos haber reflexionado tanto acerca de la vida y de los auténticos problemas que en ella pueden presentarse; como tampoco lo habíamos hecho quizás con la misma consciencia y objetividad sobre lo que realmente es importante...sobre los problemas que tantas veces creemos tener; y que desde aquel momento, sin duda comenzamos a relativizar. 


     Nos embarcábamos entonces, en un vuelo con destino lejano; pero con un futuro incierto, aunque en aquellos momentos mucho más claro de lo que encontraríamos meses después...pero también aquel viaje y lo que en él conocimos y aprendimos, nos llenó de Fuerza, Coraje y Determinación; pero ante todo Motivos, para afrontar el complicado camino que, sin poder presagiar, aún nos quedaba por delante.

     Conocer la realidad con la que conviven los menores carentes del calor, cuidados y amor de una familia, marcó a fuego nuestros corazones; y nos permitió madurar aún más como personas.

     Como cualquier otra familia (creo...), viajábamos con una especie de venda en los ojos: comenzábamos el camino definitivo, con el "egoísmo" (que de ningún modo es así) de DESEAR ser padres...de tener un hijo (-a): pero, no es posible comparar ese deseo natural, con la carencia, con la NECESIDAD de cualquier menor de tener una familia. Por supuesto, la unión que si todo iba bien culminaría con la adopción, era algo beneficioso (y mucho) para todos... pero sentir y observar esas férreas (que no podrían ser de otro modo) rutinas a las que los menores se ven obligados día a día, nos permitían sentir el dolor, no tanto por su situación (ya que el trato cercano que nosotros pudimos contemplar, sí era mucho mejor de lo quizás imaginado), sino por las limitaciones y las libertades de las que carecían; y que a su vez da la crianza en una familia... Nos dolía el alma, a pesar de verlos jugar y sonreír alrededor nuestro; y nos proporcionaba malestar el no poder ofrecerles a todos ellos, lo mismo que estábamos dispuestos a dar a aquel pequeño a quien viajábamos a conocer tras la asignación. 

     En aquella ocasión, conocimos a Denis (y muchos otros niñ@s), un pequeño que nos enamoró y con quién soñamos un futuro que comenzamos ya entonces a diseñar y por el que comenzamos ya a vivir y luchar ...y aunque finalmente el Destino quiso que no fuera él quien nos acompañara a casa; sirvió de base para irse gestando la llegada de nuestra querida Lera. Prometimos a Denis un futuro feliz a nuestro lado; alejado de las limitaciones y carencias afectivas que tanto necesitaba...pero si por algo estamos agradecidos y contentos, es de haber hecho todo lo que estaba a nuestro alcance (y mucho más...) para conseguirlo: y no fuimos nosotros, debido a las circunstancias y a la aparición de una familia rusa que precipitaron nuestra separación; pero vivimos felices sabiendo que encontró una familia...y con la tranquilidad y el convencimiento de que si algún día lo necesitara, seguiría teniendo a aquella familia que un día fue capaz de luchar lo indecible, para convertir en realidad lo que parecía imposible; para conseguir que estuviera a su lado... aunque quizás él nunca lo sepa (que por otro lado, sería un buen indicador de que todo le fue de maravilla, como así deseamos).

     Conocerlo y vivir aquella maravillosa experiencia...ver su increíble cambio y sentir el despertar de todos sus sentimientos, de su alegría y esa felicidad retenida y aletargada, nos permitió sentirnos padres y ser capaces de pensar en alguien a quien acabábamos de conocer, más que en nosotros mismos... Fue, la primera vez que oímos las tan anheladas y mágicas palabras: Papa y Mama. De hecho, nos congratula recordar cómo le cambió también el carácter; lo cuál, sin duda, le sirvió para aceptar a sus "otros" papás...


No existen las palabras adecuadas para expresar lo que vivimos aquella semana y lo que fue capaz de marcar nuestras vidas para siempre. Aquella pérdida, también nos marcó sobremanera; nos hizo más fuertes y nos unió aún más ...y sin duda, nos ayudó a prepararnos aún mejor para ser los papás de Lera y esperar el momento idóneo para su llegada. Nunca olvidaremos aquel primer viaje a nuestro particular Paraíso de Vladivostok y nuestro primer contacto con los peques institucionalizados en aquella "Casa cuna de los Sueños": la imagen de cada rostro, de cada pequeñ@ que allí observamos y con quienes tuvimos la enorme fortuna de compartir juegos...de sentir la alegría, que exteriorizaban ante nuestra compañía y atención; de poder sentir que nuestra mera presencia, les ofrecía Esperanza e Ilusión: sentimientos todos ellos muy íntimos, que duelen tanto como alivian, sabiendo que esa era la triste realidad para los pequeños, sin poder imaginar cuan incierto era su futuro... Un dato muy esclarecedor, es el hecho común que todos los adoptantes pensamos en aquellos momentos: "qué pena no poderles dar a todos ellos un hogar"...


     Mucho podría seguir añadiendo; pero únicamente, lo haré puntualizando un hecho más que evidente: independientemente de la necesidad (y el Derecho, no olvidemos...) de todo menor a tener una familia, queda más que contrastado, que además de ser esta unión muy beneficiosa para todos, somos los padres quienes podemos sentirnos más afortunados; ya que no existe en el mundo ni en la vida, algo más hermoso y maravilloso que observar el florecer de un pequeñ@ al sentirse amado y seguro, tras haber tenido que experimentar un difícil comienzo cuando más necesidad tenían de ello. Pero eso sí, un mal comienzo, no determina un futuro; y poderlo comprobar y ser testigos directos de ello, es muy emotivo: no es una labor fácil, que no podrían imaginar quienes no lo han vivido en su propia piel; pero en escasas ocasiones podría alguien sentirse tan reconfortado como cuando puedes observar que todo esfuerzo, lo que uno siembra, lo que uno trata de inculcar (valores, comportamiento y sobre todo amor, seguridad y simpatía), va dando sus frutos: y más si como debe, vienen rodeados de la más que evidente Felicidad. Y no está de más incidir en algo que no se nos puede pasar por alto: cualquier menor, copia cada acto, cada comportamiento y siempre, debemos ser su mejor ejemplo...mucho cuidado con lo que hacemos y decimos!!

     Aquel día, comenzaba un viaje que nunca tendrá fin...ya que nos unió para siempre de manera férrea a aquel lugar y su gente. Y ese vínculo, se hace día a día aún más estrecho, por saber que allí están las raíces de Lera...los orígenes de nuestra pequeña. Allí, encontramos la luz que ilumina nuestro camino, Lera; y ese viaje nunca concluirá, porque volveremos siempre que podamos, de la mano de nuestra hija. Hasta pronto, Vladik!!! 

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