Parece que poco a poco, se va normalizando todo y va tomando un ritmo menos acelerado. El comienzo de la semana, fue como han sido estas últimas dos semanas: carreras y escaso tiempo para pensar tan siquiera... El martes, jornada previa al juicio, fue un día en el cual, tratábamos de atar cabos acerca de la historia de nuestra hija y recabar información sobre su familia biológica conocida...también obtuvimos nueva información sobre su salud y últimos resultados; y después, con una inesperada tranquilidad, aguardamos que llegara el momento del juicio, repasando apuntes y frases en ruso, para que pudieran comprobar lo dispuestos que estábamos a hacérselo más fácil a nuestra hija. A pesar de todo, la noche fue larga, y como tantas otras veces, la cabeza trabajó sola, repasando cada frase y cada palabra aún estando durmiendo...
Despertamos el miércoles, sabiendo la importancia de lo que acontecería horas más tarde: nos enfrentábamos a un interrogatorio capaz de sacar de los nervios a cualquiera, pero teníamos bien claro lo que queríamos y lo que nuestra pequeña necesitaba...y esos, éramos nosotros, ni más ni menos. A pesar de todo, el tema del idioma se torció, porque en esos primeros momentos, las palabras no salían; pero poco a poco, todo volvió a la normalidad y cogí esa confianza y esa seguridad que nunca antes me habían faltado...y todo fue rodado a partir de ahí, con la sentencia que tanto deseábamos. Las preguntas, fueron las habituales, pero incidieron tanto en la salud y si estábamos seguros de nuestra decisión, que cada vez me molestaba más; y creo que por eso fui respondiendo con tanta claridad, que pienso hice desaparecer todas sus dudas...pero claro, luego Paula remató la faena respondiendo con total convencimiento a cada una de las preguntas: ya, estábamos actuando como padres, mostrando con todo lujo de detalles, que estábamos preparados y más que dispuestos a enfrentarnos al futuro que nos aguarda. Tuvimos que ir poco a poco, convenciéndoles de que el idioma no sería un problema y que el del cariño y el amor, es el que entienden todos los pequeños...porque con ello, alimentan su propia resiliencia, adquiriendo confianza y seguridad tanto en sí mismo, como en quien se lo ofrece. Con ello, no digo que no sea fundamental, casi imprescindible, aprender al menos conceptos básicos de ruso; porque nos lo hace mucho más fácil a todos, y también a nuestros hijos: pero en ciertos momentos, hay que quemar las naves y sacar a relucir todo lo aprendido durante el proceso, tanto por nosotros mismos como por quienes acompañan nuestro camino. Si bien es cierto asimismo, que a medida que recuperaba toda la seguridad en las respuestas, se me volvía a llenar la cabeza de todo lo aprendido y practicado durante los días previos, y que tan bien nos están viniendo en los encuentros posteriores con Lera...y a buen seguro, que seguiremos esforzándonos por adquirir más conocimientos de ruso. Un "apagón", puede surgir en momentos de tensión...y posiblemente la mayoría lo comprenderéis, porque os habrá pasado quizás en algún examen a lo largo de vuestra vida.
Uno de los momentos curiosos del juicio, vino al preguntar quien se encargaría de hacer la comida...y si seria yo quien lo haría en ausencia de Paula. En efecto, una pregunta fácil de contestar: todos podemos crecernos y afirmar que se nos da bien (a pesar de que en muchos casos, no sea así!)... Pero en ese momento, recordé a unos grandes amigos, con quienes coincidimos en nuestro viaje de asignación, cuando ellos vinieron al juicio por su pequeño y la situación que se les presentó: la misma pregunta y una respuesta que se hacía cada vez más difícil...tras alardear de cocinero, le pidió la señora jueza (creo adivinar que sería la misma) que le contase alguna receta! Y eso fue lo que me vino a la cabeza tras la pregunta; y salí airoso, ésta vez comentando lo buenas cocineras que son ambas abuelas...y tras su insistencia en saber qué haría yo si tuviera que preparar la comida, expliqué la escasa dificultad que representaba cocinar para una nena que por su edad, está acostumbrada a comer purés, cremas, o incluso una tortilla. Una vez más, los amigos y su recuerdo, salvaron otra situación embarazosa...y por ello, tantas veces he comentado la necesidad de todos quienes emprenden el camino de la adopción, de estar en contacto con otras familias; puesto que nunca se sabe en qué momento pueden ser de ayuda o puedes ser tú, quien ofrezca esa ayuda quizás por un simple (o gracioso como lo fue en este caso) comentario...
Eso si, no quiero olvidar, una pregunta que os hará gracia a todos, pero que es una de las más habituales en los juicios de adopción en Rusia: "Conocen a alguna familia con hijos adoptados? Y si las hay, alguna que haya adoptado en Rusia?"... Jiji, podéis imaginar, que casi me echo a reír...pero os aseguro, que si me hubiera dado tiempo u oportunidad, le habría recordado el nombre de todas y cada una de las familias, que son muchas, a las que hemos conocido durante todo el proceso; y además, nos consta que a muchos de ellos, los ha conocido en persona.
(Camino al juzgado, atravesamos este puente de la Bahia del Cuerno de Oro, que para muchos es "nuestro puente" y símbolo de Vladivostok...).
Tras el juicio, volvieron las miradas al reloj, porque tras tres horas de constante interrogatorio, quedaba poco tiempo para almorzar a toda prisa y volver a emprender el camino que nos separaba de quien ya, era por fin, nuestra hija...y esa visita, sería ya muy distinta; sin lugar alguno a temores o dudas. Era el primer instante en que podíamos relajarnos desde hacía mucho, quizás ya demasiado tiempo.
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