Esta es la carta que escribió a principios de semana, uno de nuestros grandes amigos en el camino de la Adopción en Rusia; en la que explica la situación de las familias adoptantes desde el momento en que se produjo la Paralización de los Procesos hace ya más de 6 meses. Es un texto escrito con el corazón y que no podía dejar de mostrar a todos, porque realmente merece la pena emplear un instante y poderlo disfrutar y meditar frase a frase. Es un placer para todos, poder haber conocido tantas personas así, que nos acompañan en nuestra historia de amor por nuestros hijos, porque realmente lo hacen mucho más llevadero a pesar del dolor y las circunstancias: compartir con ellos, hace que hasta la adversidad se convierta en una búsqueda de la luz que nos marque el camino a la Felicidad. Gracias a todos, por acompañarnos y apoyarnos en este duro camino.
"El gran escritor ruso Tolstoi empezaba su obra Anna Karènina diciendo que todas las familias felices se asemejan, pero que las desgraciadas lo son cada una a su manera. A continuación, narraba en detalle la historia de una de estas familias, en la que se convirtió en una de las obras más importantes de la literatura universal. Nosotros podríamos decir que somos una de estas familias desgraciadas, tristes: casi ocho mil kilómetros de distancia separan nuestra casa en l'Empordà de la casa-cuna siberiana donde nuestra hija Victoria vive su niñez. No somos un caso aislado, centenares de familias españolas (de las cuales una cincuentena son catalanas) hemos visto como nuestro sueño de ser padres y crear una familia quedaba congelado debido a la interrupción de las adopciones internacionales en la Federación Rusa desde el verano pasado. Todas estas familias vivimos con el alma en vilo, sufriendo por la posibilidad de que nuestros hijos e hijas sean dados en adopción a una pareja rusa y no los podamos volver a ver nunca más (situación que desgraciadamente han tenido que sufrir ya una quincena de padres en todo España). Todos los que nos encontramos en esta misma tesitura querríamos permanecer anónimos, que nuestra historia fuera como la de todos aquellos padres que crían sus hijos y que los ven crecer cada día con la preocupación de que se mantengan sanos y sean felices. Nosotros, a un mundo de distancia de nuestra hijita, no sabemos cómo pasa sus días, ni qué no le gusta comer, ni qué la hace enfadar; no podemos estar a su lado cuando está enferma ni cuando se despierta por la noche asustada por una pesadilla. Somos padres sin hijos de hijos sin padres. Por eso creemos que nuestras historias merecen ser contadas y escuchadas. Esta semana, el ministro de Asuntos Exteriores ruso visita España, donde se reunirá con el rey, el presidente y el ministro de Exteriores español. Es esta una ocasión magnífica para cerrar un tema que tanto dolor y sufrimiento está provocando a tantas personas.
Por favor, déjennos ser una familia, permítannos tocar un poquito la felicidad y volver al anonimato.
Por Diego Mestre...
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