Hija mía...sólo tu llegada (y poder emprender nuestro viaje de vuelta a tu lado...), nos permitirá cambiar y remover esos armarios aún llenos de ropa desde hace más de un año: sólo en ese momento, podremos vernos con ánimo de desprendernos de esas prendas llenas de momentos gratos como fueron los sueños en ellas reflejados...los de unos rostros que volverán a recuperar esa alegría que se mantiene atenazada por el gélido temor que tantas veces no nos atrevemos ni a comentar; como si evitando pensarlo, pudiéramos eliminar cualquier opción de que ocurra.
El tiempo pasa muy lento, cuando vives tan pendiente de unas agujas que deben seguir girando hasta que por un instante, puedas detener el tiempo de tu vida y sentir que nada a tu alrededor importa más que lo que ocurre en ese determinado momento...y estamos ante algunos de esos instantes concretos en la vida, que quedarán marcados para siempre en la retina y el recuerdo de nuestra propia historia vital; y que tan importantes serán también en la tuya, pequeña...que serás siempre el motivo del esfuerzo presente y futuro, y para quien de algún modo, el pasado nos ha ido preparando y amoldando: el Destino ha querido tenerte a nuestro lado; e ir en tu búsqueda, fue una decisión tan meditada y deseada, que parece que todo tenía que fluir del modo que se han desarrollado nuestras vidas, para conseguir llegar a este punto concreto y al momento de lograr ese encuentro contigo para siempre...como el río que fluye directo a su inevitable encuentro con el mar. Y cada día que pasa, ese momento, está más cerca. Te queremos, pequeña...y no hay cosa que deseemos y necesitemos más que volver a tu lado.
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